Alguna vez existió
un joven, en un pueblo llamado vida, se despertaba con la luz de las lunas, corría diario para llegar a la estación en el centro del mar, vivió preocupado por las luciérnagas que se extinguían, su nombre se murió con el sol, algunos creen que emigro con Estulticia, una mujer que tal vez nunca existió, muchos otros aseguran que aquel joven simplemente se dejo llevar por su conciencia hacia esa realidad pura; las historias iban y venían, se hacían y deshacían, pero el joven sólo gustaba de escuchar, no murió, no emigro, continuó con su viaje interno, con su son y con su calma ruidosa.
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