Es uno de esos días en los que te
levantas en automático, rompes el sigilo de tus movimientos por las manecillas
del reloj, la presión de saber que ya es tarde te orilla a correr, sin embargo,
no corres, no quieres salir al mundo, no
quieres saber de la realidad, todo es lo mismo, la rutina no se rompe, no
importa cuánto lo intentes, lo que hagas, lo que digas o con quien salgas, todo
es tedio, aburrimiento, cansancio. (Y
trabajo, porque uno siempre debe trabajar para (sobre)“vivir”, sin importar a
que te dediques debes hacerlo)
Por fin llegas al bus, te
distraes con la música que trae el ambulantaje, qué más da que sea salsa,
cumbia, rock o reggaetón, quizá sea lo más emocionante en tu día, debes aprovechar el rato que te brinda la vida. De
vez en vez se pueden escuchar las pláticas
de señoras, --ayer lave mi ropa y
se me mojo, ya ves que llovió bien fuerte--
; -- El Juan ya va a ser papá, la
chamaquita con la que se va a juntar tiene 16, él ya esta grande, pero sigue
haciendo sus pendejadas-- .
Los señores en el trasporte público generalmente no
hablan, sólo duermen y entre menos vean gente mejor, así no tienen que ceder el
asiento, ya todos sabemos que la caballerosidad
murió en cuanto supieron que la mujer quería igualdad de género, supuestamente
si se seguía con la práctica de la caballerosidad se afectaba dicha igualdad y
hasta de discriminación estaríamos hablando, por eso lo mejor es evitar a toda
costa luchar por un lugar en el metro, micro, metro bus o bus. (De cualquier manera tienes asegurado tu
lugar junto al codo, rodilla, cachete, cabello (…) de tantas personas)
De repente y casi por casualidad
te detienes a pensar en lo que has hecho con tu vida, los años que han pasado
frente a ti, las cosas que sueñas, las que has cumplido y las que crees no
podrás cumplir, piensas en lo que quieres para mañana, pero un mañana lejano,
de nuevo visualizas la casa con jardín, mascota, un refrigerador con cervezas para toda la semana, habitaciones con
T.V y una sala enorme donde puedas acostarte a ver cualquier cosa, claro, esto siempre acompañado del amor de tu vida,
el cual está a cientos de kilómetros felizmente comprometido, enfiestado o
durmiendo con alguien que no eres tú, así que prefieres derrumbar el
pensamiento y persistir en lo que quieres lograr para ti, sin necesidad del tal
“amor”, después de todo, ese tal sólo te rompió el corazón, lo tiró al suelo, luego
lo pisó, bailó sobre él, le escupió, se burló y te dijo cordialmente --¡adiós!,
mientras tú te revolcabas en llanto, en
lamentos y en dolor, y así se acabo el pensar en que había futuro para el
“amor” y la vida que soñaste junto a él. (El amor)
Llegas a tu destino, bajas del
trasporte con el ánimo por los suelos, te has esmerado en flagelarte, en
hacerte sentir que no hay remedio, pero no todo está perdido, recuerdas tus
épocas de desenfreno, aquellas en las que te divertías sólo bailando, cantando
o mal mirando, cualquier cosa era divertida, reflexionas un poco, sonríes y
decides seguir con tu rutina.